Por Rae Ávalos
¿Es necesario ir hasta que se siente que “La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos” (Pablo Neruda, Poema 20)? ¿O, tal vez, cuando sentimos que “Hay días como hoy en los que recordarme da pena. Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme” (Elena Garro, Los recuerdos del porvenir)?
El estigma que pesa en la salud mental ha ido desdibujándose con el pasar de los años, pero aún existe y lo he notado al comentar que voy a terapia psicológica a algún compañero de mi edad/generación, la cara de extrañeza, casi puedo ver en su cabeza formarse las ideas más disparatadas convirtiéndose en una nube gris que niebla sus gestos, “¿tienes alguna enfermedad?” y otras preguntas que tal vez sean incómodas, pero quizás no desacertadas, aparecen tras muecas torcidas y es aún peor al sugerirles a algunos otros.
Soy de las personas a las que otras confían en contar sus problemas y siento que no es necesario el pasar todas las noches llorando descontroladamente para considerar ir a una consulta psicológica (aunque si esto te pasa y no sabes porqué, deberías considerar ir con un profesional).
Y esto lo menciono porque hay personas que se han acercado a contarme que, por ejemplo, no pueden lidiar con el fracaso o que cómo pueden llorar de la frustración, porque llevan horas tratando de hacer alguna actividad y no consiguen los resultados que ellos desean, cómo se sienten menos frente a “x” familiar por lo que dejan de hacer cosas que les gusta porque esa persona x es mejor o porque sienten que, hagan lo que hagan, incluso intentar cosas nuevas, no saldrá bien, siempre estarán detrás, bajo la sombra, de aquella “x” persona.
Si eres estudiante, sobre todo de los primeros semestres y eras de las o los mejores en preparatoria, tal vez sientas que al entrar a la Universidad, todos son mejores que tú, mejores estudiantes, con mejores calificaciones, con mayores habilidades y sientas o hayas sentido que esa carrera por la que tanto te esforzaste no era o es para ti, por lo que dejas de esforzarte y entonces empieza a ir todo en picada y es como si el destino te dijera que no sirves para aquello que tanto te apasiona y quieres dedicar tu vida, entonces todo pierde su brillo, a una velocidad aterradora.
Hay compañeros y compañeras que en sus hogares son madres o padres de sus hermanos menores, son amos o amas de casa, trabajan y además son estudiantes, dejando de ser individuos con necesidades propias para ser un auxiliar en vidas ajenas, por lo general, empiezan a tomar estos roles desde adolescentes. Hay otros compañeros y compañeras que se encargan de algún familiar enfermo, yendo con ese familiar al médico, rehabilitación o donde sea necesario, porque no hay nadie más, no hay alguien más disponible y solo son estudiantes, no es como si se ocuparan de verdad ¿cierto?
Estar bajo el estrés que estas situaciones producen, más las situaciones que se dan entre otras y otros compañeros, y otras relaciones sociales suelen llevar a las personas a su límite, entonces pueden darse situaciones como por ejemplo, que porque el profesor corrigió a la compañera, ésta empezara a llorar, que porque la maestra le regresó el trabajo al compañero, éste saliera azotando la puerta, increíblemente molesto ¿suena familiar?
Te cuento que, empecé a ir a terapia desde los 12 años, ya que tenía ciertos pensamientos recurrentes que empezaron a afectar mi vida diaria, me era imposible salir para ir a la escuela, no podía dormir y dejé de hablar por completo en casa. Ir al psicólogo no resuelve tus problemas ni te garantiza la felicidad, ese no es su objetivo, ir al psicólogo, a terapia o con un profesional, es para que desarrolles herramientas para enfrentar los problemas diarios, para dejar de acumularlos, de evadirlos, de cargar con problemas ajenos, para desaprender ideas y creencias sobre nosotras y nosotros, y sobre los demás, para que alguien que tiene las herramientas y la capacidad nos escuche, nos ayude a lidiar con todo lo que pesa, porque contarle a amigos puede ayudar, pero muchas veces quien escucha tiene problemas que lo afectan y el escuchar problemas ajenos puede ser contraproducente.
Cuando la vida se siente pesada, cuando todo se vuelve difícil, cuando hay acciones, pensamientos, sentimientos recurrentes que empiezan a afectarte, cuando estos te llevan a dejar de hacer cosas que amabas, cuando lo que te gustaba y traía tranquilidad o eran tu lugar seguro deja de serlo, cuando sientes ganas de gritar de la nada o de llorar sin motivo aparente, tal vez deberías buscar ayuda, todas y todos pasamos por momentos difíciles y podemos llegar a necesitar ayuda de un profesional, esto no significa que estés enferma, enfermo, loca o loco, ni que has fracasado, cuando alguien no puede con algo o no sabe qué hacer, pide ayuda profesional, buscar estar/ser mejor nunca será algo malo.