Antonio Emmanuel Olvera Serna
¿Productividad? No son escasos los tips, hábitos, técnicas o estrategias clave que suelen encontrarse sobre productividad personal a través de cursos, videoblogs, webinars, conferencias, libros y un largo etcétera. Es probable que, en al menos una ocasión, los hayas visto o escuchado incluso fuera de la web. Sin duda, el momento histórico actual se caracteriza por una tendencia hacia la noción de la productividad. Pues de aquello que se dice a nivel social, prevalece el interés por el máximo rendimiento posible entre los sujetos y, ante el confinamiento por la pandemia, esto se ha vuelto más aceptado.
Mantenerse activo y aprovechar hasta el más mínimo espacio de tiempo para hacer algo, es elogiado socialmente; por su parte, las distracciones y todo aquello libre que no se considere productivo, parece ser menospreciado, aun cuando tomar una pausa de todo, es indispensable para el autocuidado. De alguna manera, el trasfondo de este mandato se articula por los efectos de un modelo económico-civilizatorio capitalista, el cual pugna por la alta competitividad, la eficiencia y el rendimiento en la administración de los recursos, no sólo materiales, sino también humanos.
En este escenario de exigencias, es factible vislumbrar en el productivismo humano, un rostro que tiende a ocultarse: la fatiga. A este semblante lo constituyen nuevas formas de angustia y sufrimiento humano, originadas en el imperativo del rendimiento y a través del cual, se manifiestan algunos malestares que generan problemas como burnout, somatizaciones, fatiga crónica, hiperactividad y dificultades atencionales; ansiedad, depresión, desgaste en las relaciones interpersonales, entre otros. Sin duda, la tecnología también ha sido un parteaguas en el auge productivista, pues es innegable que, gracias a ella, es posible efectuar tareas laborales interconectadas, con mayor precisión y en menor tiempo. Sin embargo, en lugar de mejorar las relaciones de las personas con el trabajo y la salud, parece que éstas han empeorado.
Los discursos dominantes a nivel social se interrelacionan con los cambios sociales y son capaces de estructurar y enmarcar la subjetividad de los sujetos que viven estos procesos sociohistóricos. A su vez, las formas de situarse en el mundo moldean los malestares de cada época, más allá de las distinciones individuales, la caracterización de lo que es aceptado o infravalorado en el plano social, tiene un efecto más profundo en las personas. Pese a esto, reflexionar acerca de lo que acontece a nuestro alrededor, es una actitud indispensable para pensar y cuestionar la conformación de la realidad en pro de generar herramientas para poder transformarla.
En ese sentido, el hecho de poder visualizar los fenómenos actuales desde otra mirada, hace posible un análisis crítico en torno a las fuerzas que dirigen las acciones humanas dejando entrever alternativas que puedan hacer la diferencia, no de forma antagónica, sino desde la alteridad. Por ello, en última instancia, estas reflexiones en torno a la productividad y el rendimiento, no tienen por pretensión servir de apología a un estatus diferente, sino el de servir como catalizador al planteamiento de nuevas posibilidades en torno a la relación del ser humano con el tiempo, su actuar, sus energías y su propia humanidad.