Por Carolina Ortiz Arriaga
Desde nuestros ancestros, las llamadas “limpias” han existido como un medio curativo o de renacimiento, de sentir esa sensación imperiosa de que todo está bien, que nada te toca, que puedes caminar por el mundo sin que nadie ni nada te haga daño, que acabas de dejar a tras todo lo malo y renacer nuevamente, que lo bueno llega de manera inmediata.
Existen diferentes limpias que se realizan por todo mundo, pero aquí en México podría decirse que somos expertos, están las que curan el mal de amores, o las que curan prácticamente cualquier enfermedad, también las que cambian el color del aura, atraen a la suerte, que sanan el alma, atraen trabajo, el mal de ojo, para las envidias, para tener y que te rinda el dinero, etcétera. ¿Cuántas veces hemos escuchado decir: “bárrete con un huevo para el susto o mal de ojo” o también “necesitas una barriada con hojas de pirul para las envidias”? Y así puedo ir enumerando toda clase de limpias.
Los profesionales que realizan este tipo de actividades, por lo general han heredado el “don” de sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos o por iniciativa propia, en fin. Pero en realidad la pregunta es, ¿sirven las limpias? Decía mi abuela que era una mujer fuerte y creyente de ellas, “si quieres tener una vida donde todo fluya, empieza por limpiar tu casa, abrir ventanas, que fluya el aire para que limpie las malas energías, limpia tu cuerpo y tu mente, así como tu vocabulario, se consciente de ello”. En los últimos años el hablar de “limpias” es más común, ya que sabemos de alguna u otra manera, de una alquimia que pueda ayudarnos a limpiar y purificar lo que sea.
La mayoría de nosotras y nosotros en algún momento hemos entrado a una iglesia católica, ¿recuerdan el olor que existe en estos recintos? Es copal, que es utilizado desde hace siglos para purificar el espacio y, al oler el aroma nuestra mente y cuerpo entra en calma, a veces sin que lo notemos.
En una ocasión le pregunté al entonces presbítero y vocero del Arzobispado de San Luis Potosí, Darío Pedroza Martínez, ¿por qué en las iglesias queman copal y no otro aroma?, a lo que me respondió “el copal es una mezcla de varias resinas aromáticas que se utilizan desde hace siglos para alejar a los malos espíritus, pero aquí lo importante es que nos ayuda a transmutar todas las malas energías”. Puedo imaginarme a todas esas personas que entran a la iglesia con un propósito sea cual sea, agradecer, pedir, rogar, implorar, llorar, pensar, o solo contemplar y que ese aroma litúrgico pueda ayudar a transformar cualquier mal.
No es necesario ir hasta la iglesia a oler el aroma a copal, ahora existen muchos comercios que se dedican a la venta de inciensos con dicho aroma, puedes adquirir unas varitas y prenderlos en el espacio que elijas e intensiones al encender, es decir, estoy convencida que todo lo que hacemos para reconfortarnos tiene que tener una intención muy específica. Además de la intención, te recomiendo siempre prender los inciensos, velas o veladoras con cerillos de madera, ya que es el equilibrio del fuego y la tierra, y parte de los cuatro elementos.
No hay que esperar más para reconfortarnos con ese aroma tan relajante y, de paso, limpiamos nuestro espacio.