Hazel Yanett Caballero Cárdenas
Fue el 20 de noviembre de 1910, cuando un hombre fuerte, con alma de guerrero y sed por hacer un cambio en México, se levantó junto con el pueblo en armas contra la dictadura. Hablo de Francisco I. Madero, un ser de luz, victoria y lucha contra las injusticias de los exgobernantes de ese tiempo. Alguien que creía en la verdad del pueblo y que deseaba con su sangre derrumbar la dictadura del indigno Porfirio Díaz, quien, por más de treinta años, ejerció el poder de forma arbitraria, distribuyendo prebendas entre un limitado conjunto privilegiado de terratenientes, de industriales y de inversores extranjeros.
A lo largo de su dictadura y con un positivismo enorme, se impulsó el desarrollo económico e infraestructural en México, el país se proyectó como una de las naciones mejor desarrolladas de todo el mundo; sin embargo, el 90 por ciento del pueblo se encontraba en una inmensa miseria. La mayoría de los campesinos habían sido despojados de sus tierras, a consecuencia de ello, tuvieron que refugiarse en las haciendas para poder sobrevivir. Desafortunadamente, eran explotados por sus patrones y forzados a endeudarse con ellos por siempre.
La carencia de independencia política se diferenciaba en medio de las clases sociales y el nepotismo a lo largo del régimen de Díaz, con ello, se avivaba la creciente llama del poblado mexicano, por buscar justicia y libertad. Sólo faltaban dirigentes dispuestos a acaudillar el desplazamiento que daría pie a la Revolución Mexicana. Camino a las elecciones, Francisco I. Madero hizo numerosas giras en el territorio, así ganó simpatizantes y se convirtió en el preferido de varios.
Ante esto, Porfirio Díaz encarceló a Madero, y arrojó su candidatura por la presidencia. Por fortuna, Madero ganó las elecciones de 1911, esta era la oportunidad de hacer realidad los anhelos de la patria, pero la Revolución estaba lejos de terminar.
Hoy le agradezco a este celebre personaje y a sus seguidores, porque, como bien dijo Ricardo Flores Magón: ¡Tierra y Libertad!, porque la tierra es de quien la trabaja y cosecha, entre balas y armaduras esta lucha perdurará por siempre y para siempre.