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Rafael Nieto Compeán y su discurso en defensa de la educación superior

Tras la Revolución Mexicana, el Instituto Científico y Literario se topó con diversas voces en su contra y de ello se dio cuenta el gobernador Rafael Nieto Compeán, quien en febrero de 1921, durante un discurso de graduación de los alumnos de la institución, se refirió a esas inconformidades.

El mandatario estatal advirtió que “un gran número de enemigos” veían como un lujo la enseñanza superior y profesional, en un momento en el que el Estado no estaba en condiciones de atender “siquiera medianamente” la enseñanza elemental y primaria.

Resaltó también que había quienes consideraban al Instituto Científico y Literario “una incubadora de reaccionarios” y sugerían suprimirle la entrega de recursos, mismos que podrían destinarse a la educación popular “y para no cerrar las puertas a los que alientan en su espíritu el ansia del saber, se crearían pensiones para la capital de la República o para el extranjero”.

Y aunque Rafael Nieto reconoció como reprobable el descuido en la enseñanza elemental y primaria, resaltó que el remedio no estaba en “suprimir lo bueno, sino en corregir lo malo”.

Respecto al plan de entregar pensiones, vio conveniente otorgarlas pero solo como como una excepción, pues consideró que “los que salen, no vuelven generalmente, o si vuelven es ya descentrados de nuestro medio, sin ligas estrechas con el alma popular, sin que sus corazones respondan plenamente al latido intenso y hondo de la tierra nuestra”.

El gobernador cerró aquel histórico discurso con un anuncio de suma relevancia:

Para terminar, deseo anunciar una trascendental reforma en la organización del Instituto. En mi concepto, es ya tiempo de que este establecimiento educacional constituya una entidad moral independiente y alejada de los vaivenes de la política. Al efecto, está ya en estudio la organización de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

Confío en que la nueva entidad moral seguirá haciendo honor a sus antecedentes meritorios y prestigiosos y que, en el campo cultural de la República, sea como las rocas centinelas, que en lo más alto de las montañas y mientras las sombras cubren aún los valles, reciben las primeras el beso fecundante del nuevo sol.